La dinámica se ha vuelto a repetir. La mayoría de la prensa destaca la concentración como un acto casi antidemocrático por intentar que los diputados no puedan ejercer su labor, como si a ellos realmente les importara que hubiera fuera, qué se yo, 40 o 50.000 personas gritando por tener una vida digna. Me niego a repasar las opiniones de dicha prensa, ya que a todas luces y prácticamente en todos los períodicos, la información va a estar completamente sesgada y sirviendo a intereses personales.
Prefiero, no obstante, repasar situaciones puntuales que se han conocido a lo largo del día de hoy.
1. Se repiten las manifestaciones y la intención es sostenerlas en el tiempo
2. Los diputados han tenido reacciones de todo tipo: desde reírse del populacho hasta enfrentarse a la policía. De todo hay en las viñas del Señor.
3. Ha quedado clarísimo: la policía se ha “infiltrado” (entre comillas: lo sabíamos todos) entre los manifestantes de manera descarada para iniciar peleas y justificar la actuación de sus compañeros. Es mas, un poco más y le cascan a varios de los suyos por no saber que estaban infiltrados.
4. El héroe de la jornada: un camarero que se interpuso entre la policía y su bar, lleno de gente y donde se refugiaba un herido por los palos que ya estaban repartiendo.
Faltan mas, pero me esperan para cenar.
Y mientras tanto, el Presidente se fuma un purazo por las calles de Nueva York, como si realmente le importara que en nuestro país las cosas empiecen a ponerse no ya serias, que ya lo estaban. Sino negras.
Muy negras.